En un entorno cada vez más versátil, las empresas valoran más allá de la formación y experiencia que se puede plasmar en un currículum de un/a candidato/a, otro tipo de habilidades que puedan hacer destacar a una candidatura entre todas las solicitudes recibidas en un proceso de selección.
Como el mismo entorno puede variar, las competencias también evolucionan, por eso, es importante mantenerse actualizado/a y saber qué demandan las empresas. Asimismo, no todas las habilidades y competencias serán igualmente importantes para todas las compañías y variarán dependiendo del sector, el cargo a desempeñar, la responsabilidad a asumir o los valores de la propia compañía.
La competencia laboral es un conjunto de conocimientos, habilidades y destrezas que posee una persona para desempeñar un trabajo. Está vinculado con la capacitación y el nivel educativo de las personas, mientras que las habilidades son destrezas o conocimientos específicos para desempeñar una tarea concreta.
Podríamos diferenciar entre tres grandes tipos:
Durante los últimos años, las empresas han seguido evaluando las hard skill o habilidades duras, asociadas con la formación y el aprendizaje necesarios para el correcto desarrollo de las funciones que se le encomienden, pero han empezado a otorgarle mucha más importancia a las citadas soft skill o habilidades blandas, recientemente renombradas power skill o habilidades de empoderamiento relacionadas con la capacidades más actitudinales del/la candidato/a.
Independientemente del puesto de trabajo en el que desarrolles tus funciones, la interacción con otras personas que formen parte del equipo va a existir siempre, tanto desde el punto de vista de compartir ideas o transmitirlas, como el de prestar ayuda o asesoramiento a compañeros/as o clientela.
Comunicarse de forma clara, respetuosa y empática será clave para no dañar los sentimientos de los demás y contribuir a que exista un buen clima laboral. Será necesaria esta habilidad para hacer posible el trabajo cooperativo, totalmente necesario para que una empresa pueda alcanzar sus objetivos de negocio.
2. Actitud proactivaNo se trata únicamente de cumplir con las funciones asociadas inicialmente a nuestro puesto, mostrar iniciativa a la hora de aprender algo nuevo, asumir nuevas responsabilidades o colaborar con el equipo. Las personas proactivas se anticipan a los problemas y colaboran con la organización a que esta sea más eficiente.
3. Flexibilidad y adaptación a los cambiosYa no existe el trabajo para toda la vida que vivieron la generación de baby boomers o generación X. Vivimos en entornos VUCA, entornos cambiantes, las compañías valoran contar en su plantilla con personas con actitudes flexibles ante los cambios y que sepan reaccionar y adaptarse de manera constructiva ante imprevistos. Como familiarizarse con nuevos modelos de trabajar (hibrido, remoto o presencial), la utilización de nuevos programas o nuevas funciones a desarrollar.
4. Resolución de conflictosAnte posibles contratiempos que puedan surgir en nuestro día a día, una mentalidad flexible permitirá identificar los problemas y hacerse cargo de ellos buscando alternativas hasta encontrar la mejor solución.
5. Organización y planificaciónTener una buena planificación y organización en el trabajo es un puno clave para poder desempeñar una tarea o un proyecto. Organizar el tiempo para realizar tareas será importante para ejecutar los plazos de entrega de un proyecto.
Cuando no sabemos organizarnos o priorizar tareas, puede llevarnos a padecer estrés en el trabajo o burnout.
Por ello, las empresas valoran personas con capacidad de trabajar bajo presión, ser organizados y por encima de todo la capacidad de priorizar e identificar lo urgente y lo importante.
Contar con trabajadores que se adapten a esta situación con competencias clave, es fundamental al momento de plantear objetivos en nuestra organización o iniciar un proceso de reclutamiento.